🦪🚐 Parte 1: en busca de la ostra económica
2.000 kilómetros de pintxos vascos, quesos franceses, gastronomía pirenaica y mariscos del Mediterráneo. Abróchate el cinturón, porque se vienen curvas (la de tu barriga, concretamente).
Bueno, pues mientras escribo esto desde la comodidad de mi sofá puedo decir que viajar en furgoneta sí es lo mío. Seguimos.
Como ya te adelantaba en mi anterior podcast (y único hasta la fecha), me he pasado unos días recorriendo el norte del España y el sur de Francia hasta llegar a la ansiada tierra prometida. Un lugar donde las ostras son baratas, el vino frío y del que me llevo una nueva costumbre que no pienso olvidar jamás. Pero echa el freno madaleno porque esa es la última parada.
He decidido que esta aventura merece ser contada a mordiscos (si es que no doy puntada sin hilo) así que este es el primero de una serie donde te contaré los 5 hitos que todo viaje gastronómico debería tener: comer en un lugar espectacular, descubrir una nueva receta, comprar gastronomía local, visitar un mercado y encontrar el alimento estrella que sólo ahí es barato. Sin más dilación, vamos con el nº1:




A los españoles se nos llena el hocico diciendo que aquí se come bien en todas partes y, ojo, que no nos falta razón. Pero, ay, amigos, AY, cuando el lugar que visitas además de cerrarte la boca para masticar te la abre con su belleza. Este es el caso del primer lugar del que os voy a hablar, una maravilla a la que te mudarías mañana si no fuese porque es la ciudad más cara de nuestro país (que ya es decir):

Aparcar con la furgoneta en San Sebastián no fue tarea fácil, resulta que hay una cruzada contra los roadtriperos a lo largo y ancho de la península y yo no tenía ni idea pero, como esto es El mordisco del día y no El mitin del día, voy a guardarme mi opinión. El caso, que al final estacionamos a unos 20 minutos del centro y, amigas, amigos, nada más poner un pie en la ciudad se me pasaron todos los males.
Qué olor a flores, qué edificios, ¡qué puertas! De verdad que es una ciudad para verla. Y, agárrate, que todavía no te he hablado de la comida. Tenía claro clarinete que la primera parada iba a ser el lugar donde nació la gilda: El Bar Valles (te cuento ésta y muchas otras anécdotas curiosas en el proyecto secreto en el que estoy trabajando que algún día verá la luz, pero de momento toca esperar).



Te podría hablar de los pintxos que comimos y de los lugares que recomendaría, pero es que pegas una patada a una piedra y te salen 20 artículos hablándote de lo mismo y, además, yo siempre voy a intentar picarte con el gusanillo de la curiosidad en lugar de darte una lista de tareas por hacer, así que aquí van mis 3 consejos si decides irte de pintxos por San Sebastián (aplicables a todo el País Vasco).
1. Ejercita tu fuerza de voluntad
Si el ansia te puede te va a venir muy bien este consejo: salir de bares por San Sebastián requiere que luches fuerte contra la tentación de pedirte ocho pintxos en el primer local que visites (que sería básicamente el Game Over de tu expedición culinaria). Merece la pena probar uno (venga, dos a lo máximo) en cada casa y así puedes disfrutar de la variedad de ambientes y propuestas.
2. Déjate aconsejar
Atención, porque ver una barra hasta los topes de pintxos te puede provocar parálisis por análisis. No te preocupes, salir de esta situación es tan sencillo como pronunciar las siguientes palabras mágicas a la persona que te está atendiendo: “¿Cuál es el pintxo que me recomendarías probar sí o sí?”. Te aseguro que quien está todo el día viendo las reacciones de los comensales conoce muy bien lo mejorcito de su carta.
3. Abraza la improvisación
Dependiendo de la época en la que visites San Sebastián es posible que te encuentres los sitios míticos atestados de gente. A lo mejor es porque yo soy un culo inquieto y esperar colas es algo de lo que huyo con todas mis fuerzas, pero después de haber descubierto sitios que no estaban recomendados a priori puedo decir que no me decepcionó ninguno, así que suelta el control y déjate llevar.


Y con esto me despido por hoy, la semana que viene volvemos con el segundo hito que todo viaje gastronómico debería tener: descubrir una nueva receta. Os adelanto que el lugar donde la encontré bien podría haber formado parte de la categoría de hoy porque era bonito, bonito. Por cierto, ¿te lo cuento por escrito o me marco otro podcast cortito para narrártelo? Te dejo por aquí mi Instagram y me dices.
¡Ale, mordisqueando, que es gerundio!