Investigación gastronómica: edición escalofriante 👻
Desgranamos lo que se esconde detrás de las viandas de esta película de culto millennial.
Bueno, estoy que no quepo en mí del gozo. La semana pasada me enteré de que, después de más de 30 años, van a sacar la segunda parte de una de mis películas favoritas del mundo mundial. Te doy 3 pistas, a ver si la adivinas:
Su director tiene una estética icónica y absolutamente inconfundible.
La forma de invocar al protagonista es repitiendo su nombre 3 veces.
Work all night on a drink of rum (Daylight come and we want go home).
¿Lo tienes? Si has pensado en Bitelchús, ¡has acertado! ¿Y qué mejor forma hay de celebrar su regreso que explorando el por qué de la comida que aparece en el filme? Podríamos pensar que Burton eligió al azar los elementos gastronómicos de esta película pero yo, después de esta investigación, me decanto por pensar que nos dejó más de un huevo de pascua escondido esperando a ser descifrado.
Cena entre fantasmas
Nuestra investigación comienza en la escena más mítica de la película: Delia y Charles están celebrando una cena con los pedantones de sus amigos (o socios o vaya usté a saber dónde encasillar a la yupi-pandi) cuando una simpatiquísima posesión les pone a bailar calypso al ritmo de Day-O (The Banana Boat Song). Este tema merece su propio espacio, pero esto es “El mordisco del día” y hemos venido a hablar de gastronomía.
Hay 4 elementos culinarios para analizar en esta secuencia. Vamos de fácil a difícil:
Una lata de Coca-Cola. Bien, no hay mucho más que añadir por aquí salvo que, probablemente, sea el elemento más normal que rodea a Lydia en todo el largometraje.
Un plato con limones y lechuga. Teniendo en cuenta los crustáceos que aparecen en la mesa, no merecen mucha más atención.
Unos cuencos plagados de langostinos tigre tamaño XL. Vale, stop. Esto tiene más enjundia de la que parece a primera vista. Lo vamos a ver más tarde.
Dos botellas de vino. No os podéis imaginar el hito que ha sido descubrir qué maldito vino es ese; no me sentía tan orgullosa de mí desde que aprendí a abrir sin romper los tapones de los nuevos briks de leche.
El legendario cóctel de langostinos
Voy a dar un poquito de contexto, que siempre viene bien: la película se desarrolla en 1988 en lo que dicen que es Connecticut, pero que en la vida real es Vermont (y esto es importante). Apúntate que tanto Vermont como Connecticut pertenecen a la región de Nueva Inglaterra, ¿vale? Un lugar donde hace fresquito, hay mucho verde y tienen un océano divinísimo para ponerte hasta las tetillas de marisco.
Ahora vamos con la persona encargada del menú, Delia, que es de lo más posmoderno que te puedes echar a la cara. ¿Posmoqué? A ver cómo lo explico… Imagina que te construyes la típica vivienda práctica, rectangular y de hormigón, ¿la tienes? Ahora imagínate que tu ex el excéntrico se construye al lado una llena de formas y cosas sin sentido. Tú eres el modernismo, él el posmodernismo y esta es la casa de Delia:



¿Y a qué viene este rollo del posmodernismo? Pues es que resulta que este movimiento dice que para qué inventar más cosas pudiendo reutilizar (con algún girito) elementos del pasado. Y… ¿qué receta cargada de esencia pop se estaba convirtiendo en una vieja gloria en 1988? Correcto, el cóctel de langostinos. Que tu dirás “venga ya, eso puede ser casualidad” pero, PERO, espérate porque hay más.
La cocina de los huevos de pascua
Si rebobinamos unos minutos encontramos a Delia por la tarde en la cocina preparando la famosa cena. Bien, a su alrededor tiene todo un bodegón de luz y de color: alcachofas, cebollas, ajos, limones, un tomate, un kiwano (te reto a que encuentres una fruta más timburtoniana que esa), una masa informe negra que parecen ser los langostinos antes de cocerse y botes de salsas, vinagres y aceites.
Vale, pues yo estaba mirándola y pensando… ¿qué está haciendo? Porque, claro, este juego va de que no se han dejado nada al azar, así que, ¿qué nos quiere mostrar el bueno de Tim en esta escena? Después de revisarla no sé cuántas veces, puedo decir que lo tengo. Aquí nos han plantado tres huevos de pascua: una receta, un guiño al lugar y un acertijo que se resuelve con ese girito posmoderno “del que usted me habla”.
Vamos a fijarnos en el momento en el que la matriarca se gira para echar lo que podría ser perfectamente salsa Worcester en una cacerola. Hay algo que llama la atención: no sale vapor, no emite ningún sonido, no le presta atención en ningún otro momento… ¿Y si esa cacerola no está al fuego? ¿Y si tiene algo que ver con el extraño tubérculo que saca justo después de la nevera y que se pone a rallar?
¡Pues, já! Resulta que Nueva Inglaterra es famosa por algo más que por ser el escenario de la primera cena de Acción de Gracias y es por… ¡la New England Cocktail Sauce! Y, ¿qué ingredientes lleva? Agárrate, porque TODO sale en escena: tomate, salsa Worcester, Tabasco, mostaza, limón, sal, pimienta y… rábano rusticano. ¡Apuesto mis escasos ahorros a que ese misterioso tubérculo es un rábano rusticano de libro!
Ahora sólo nos queda descifrar un elemento: ¿para qué narices estaba cortando la madrastra de Lydia un nabo en trocitos si no tiene nada que ver con el puñetero plato, ni estaba de moda en Estados Unidos, ni tiene especial relación con la zona ni con nada de nada? Estaba a punto de tirar la toalla cuando de pronto até cabos. Hay un lugar donde sí es típico el consumo de nabo… y en la película hay una pista:
¿Has visto los palillos? ¡Correcto! Estamos hablando de Japón. La artista ha decidido darle a su receta mega tradicional de cóctel de langostinos un girito posmoderno añadiendo nabo, un elemento propio de la cocina nipona. La cultura japonesa, además, estaba empezando a pisar muy fuerte en Estados Unidos durante la década de los ochenta y esto era algo que encantaba a los culturetas de la época .
¿Conclusión? No es casualidad que Delia esté preparando una receta que une el estado donde se desarrolla la película con el estado donde se graba y que encima es esencial para el cóctel de gambas, que a su vez es una receta bien posmoderna siempre y cuando se le añada una variación original como es el nabo, que además es propio de Japón, país que popularizó comer con los mismos palillos con los que cena ella.
Nada más que añadir, señoría.
Bueno sí:
El tema del vino
Voy a ser honesta, cuando empecé a escribir este artículo tenía mogollón de ganas de contaros toda la historia de cómo acabé descubriendo la marca, el viñedo y el tipo de vino que están bebiendo, pero he dormido 3 horas, tengo cena en mi japonés favorito en 30 minutos y quiero dejar el envío programado hoy, así que vais a tener que esperar para conocer esta historia.
Aunque estoy pensando… también me he dejado sin contar las leyendas que rodean a la popularización del cóctel de gambas, la irónica fobia de Tim Burton relacionada con esta película y algún que otro detalle curioso que te va a ayudar a entender mejor el posmodernismo y su relación con la gastronomía, ¿y si te lo cuento todo en un podcast? Sígueme en mi cuenta de Instagram y me cuentas qué te parece.
Y ahora sí que sí, cierro por hoy.
¡Ale, mordisqueando, que es gerundio!